17 de diciembre de 2010



Había dejado de lado el rencor, sí, ya lo decía "Maeg" con su extraordinario sentido común. Sería un golpe bueno agruparse tranquilamente, conocerse, crear sindicatos cuando las leyes lo permitieran; y el día en que todos estuvieran unidos, el día en que millones de trabajadores se enfrentaran con miles de vagos, tomar el poder, ser los amos, qué amanecer de verdad y justicia. Ahora, en el cielo, el sol de Abril brillaba con todo su esplendor y calentaba la Tierra que daba fruto. Por todas partes el grano se hinchaba, crecía, resquebrajaba el llano necesitado de calor y de luz. La profusa sabia fluía en un murmullo. El ruido de las simientes se prodigaba en un gran abrazo, cada vez con más y más fuerza, como si estuviesen más cerca de la Tierra los compañeros golpeaban. En esta mañana juvenil, bajo los ardientes rayos del astro, tal era el rubor que habitaba la Tierra. Los hombres crecían, un negro ejército vengador brotaba lentamente en los surcos y fructificaba para ser recogido en los siglos venideros y aquella germinación pronto haría estallar la Tierra.

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