26 de noviembre de 2011

Ya no hay atajos que valgan

Guardé tus poemas por si algún día querías volver y no te acordabas de quererme. Planeé mil y una veces cómo te recitaría los versos libres que me regalabas para que volvieras a encontrar en tus ojos, al mirarme, la misma vida. Memoricé la letra de tus canciones por si algún día querías volver y no encontrabas el camino. Ensayé mil y dos veces el si menor, pero la guitarra siempre fue lo tuyo y esconder la voz a gritos nunca fue lo mío. Preparé la mía para el gran estreno porque sabía que sería más fácil que te perdieras en ti misma que que erraras en el cruce de tus recuerdos, y que tu mala memoria te llevaría al Mar Muerto mientras yo acampaba en el Aneto. Con todo lo que guardé, te guardé también conmigo, y si aún te hubiera guardado en un cajón ahora podría tirarte o romperlo y comprar otro, pero te guardé en mí, y yo ya no me puedo romper más, que mi hermana anda desclaza por el piso y los pedazos le cortarían los pies; y no creo que haya ventana tan alta como para tirarme y que puedan comprar otra de mí, y además, no sé si morir llena y no vacía, e igual vamos sumando y cuando ya no sea yo pero sea yo aún te tenga dentro. Morir me da miedo, pero más miedo me da la eternidad contigo. Ahora creo que crees que quieres volver, pero en realidad no quieres; y lo que yo no quiero es hacer el ensayo general y verme repasando recitales porque ni con mil versos libres te acordarías de sentirme, y me da a mí que aún me gusta tu sonrisa despeinada, bala perdida.

1 comentario:

  1. hay un punto muy guapo en tus palabras.

    abrazo(s) l i b r e s *

    ResponderEliminar

Huellas de clown