30 de diciembre de 2010

Hoy me he llorado. Una. Y otra. Y otra vez. Pero me he llorado conmigo. Creo que creo que no son cosas para compartir. Ni siquiera sé bien bien porque lo he hecho. Últimamente me pienso demasiado. Y es que con un polar y un par de sudaderas encima, tengo frío. Es este maldito invierno. Cómo te disfrutaba hace un par de años. Ya te digo, es cosa del frío que viene solo, sin amores. Tengo mangas donde guardar mil ases para mi, y no tengo ninguno. Esta noche las manos me huelen como la última vez que abrí el primer cajón, y saqué el sobre donde te guardaba, y cometí el delito. Lo tiré, y te tiré con él. Para siempre. Tengo las manos manchadas de recuerdos que huelen como el primer día. Recuerdo las películas que imaginé para decidir tu futuro. Y al final acabé tirándote. Para siempre. De vez en cuando encuentro hojas con mil anotaciones sin sentido en las que aún estás; entradas de cine de las películas que vimos, y en las que soñaba con verte; y fotos de sonrisas que eran tuyas, aunque jamás te lo diría. En noches como estas te quiero. No a ti. Al frío que trajiste cuando me encontraste. En noches como estas te odio. Y no es a ti. Es al frío que dejaste en tu último te quiero. Pienso qué suerte tener canciones, ¿no crees? Y un cigarrillo para llorarme en silencio al sacar el humo, y dejarte volar en cada calada que se va.


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